diumenge, 27 de juny del 2010

motivación

De nada me serviría explicar cuáles son mis motivaciones si no tuviera en cuenta el camino que tendré que recorrer. Posiblemente hacer una reflexión sobre lo que me lleva a solicitar una beca, para unos estudios que aún a día de hoy están infravalorados y son desconocidos para mucha gente, es la mejor salida que puedo escoger para iniciar esta carrera que espero que algún día me conduzca a mi meta.

“[…] El hecho era que sólo cuatro cosas me interesaban: leer, ir al cine, zapatear y dibujar. Luego, un día, empecé a escribir, sin saber que me había encadenado, de por vida, a un amo noble pero despiadado. Cuando Dios nos ofrece un don, al mismo tiempo nos entrega un látigo, y éste sólo tiene por finalidad la autoflagelación.[…]”
Se trata de un fragmento del prólogo de “Música para camaleones” de Truman Capote. En dicho texto, Capote hace una distinción entre escribir bien y el verdadero arte de escribir. Hay quién creerá que un artista nace, no se hace. Para Capote la determinación del verdadero artista puede venir dada de nacimiento, pero siempre teniendo en cuenta que si no se trabaja con esfuerzo y a base de autoflagelación no sirve de nada. No podemos pensar que lo primero que escribamos será un éxito rotundo con el que nos vamos a comer el mundo. Cómo muy bien él dice, detrás de su primer libro publicado, había años de trabajo, un trabajo que nadie salvo el propio creador conoce.
El proceso de creación es oscuro, solitario, casi como la bajada a los infiernos de Dante. Dios nos da un látigo para que nos autoflagelemos, para que asumamos disciplina, y a eso se suman los baches del camino. Como guionistas no podemos pretender trabajar entre algodones, rodeados de personas que nos apoyen en cada momento y que, sobretodo, entiendan nuestro trabajo, por qué nadie lo hará. Nos metemos en un mundo incomprendido, del que pocas personas saben realmente de lo que se trata, y sobre el que se ha escrito mucho. Puede que los que nos dedicamos a escribir, para alejar nuestros miedos nos lancemos de cabeza a la metaescritura o mejor dicho a la metacreación, para intentar entender por qué hacemos lo que hacemos, para qué escribimos historias, y sobretodo para quién.
Se trata de un camino largo, que no parece que vaya a ser fácil des de el punto de vista de alguien que comienza, pero al que accedemos, sabiendo (aunque haciendo oídos sordos en ocasiones) que es difícil llegar a escribir bien, pero aún más llegar al arte de la escritura, el arte de la creación. Pero detrás de este miedo a no llegar a conseguirlo, a no ser “los elegidos”, siempre queda la esperanza, y sobretodo, las ganas de recorrer ese camino, aunque para esto debamos recibir incontables golpes.
Y es que, después de todo, solo nosotros como creadores podemos entender la pregunta que plantea Gabriel García Márquez: “¿Qué clase de misterio es ése que hace que el simple deseo de contar historias se convierta en una pasión, que un ser humano sea capaz de morir por ella; morir de hambre, frío o lo que sea, con tal de hacer una cosa que no se puede ver ni tocar y que, al fin y al cabo, si bien se mira, no sirve para nada?”

Señoras y señores:¡SIGAMOS CREANDO!